Redacción. Cada vez hay más evidencia que respalda la importancia del estilo de vida y de las exposiciones ambientales – lo que en conjunto se conoce como “exposoma” – para potenciar una buena salud inmunitaria. Investigadores del grupo MOVE-IT de la Universidad de Cádiz han publicado un artículo recientemente en la revista Nutrients de MDPI, donde sintetizan y analizan los efectos de los diferentes componentes del exposoma (actividad física, control del peso corporal, dieta, exposición al sol, estrés, sueño y ritmos circadianos, contaminación, tabaquismo y microbioma intestinal) sobre la función inmunitaria y la inflamación, especialmente en el contexto de la actual pandemia de COVID-19.
En concreto, investigan el rol de cada uno de ellos en la prevención primaria o secundaria de esta enfermedad, así como su efecto sobre las vacunas. “A la luz de la evidencia existente, la promoción de un exposoma saludable debería ser una piedra angular en la prevención y gestión de la pandemia de COVID-19, así como de futuras pandemias”, en palabras de sus autores.
Este estudio marca como factores que pueden aumentar el riesgo de COVID-19 grave: patrones dietéticos occidentalizados, obesidad, estrés psicológico, alteración circadiana (problemas en los que el ciclo interno sueño-vigilia de una persona no se ajusta a los tiempos en los que necesita estar dormida o despierta), tabaquismo, contaminación y disbiosis intestinal (desequilibrio constante de la flora intestinal). En contraposición, enumeran una serie de intervenciones que pueden reducirlo como los micronutrientes y fitoquímicos, el ejercicio físico, la meditación, un sueño adecuado, la exposición solar y la toma de pro y prebióticos.
Este artículo concluye que, a lo largo de la pandemia de COVID-19, se ha agravado una serie de estilos de vida y exposiciones ambientales, denominadas colectivamente como el exposoma, que se sabe que desempeñan un papel importante en la salud inmunitaria. En particular, “se trata de un aumento de la prevalencia de la inactividad física y la obesidad, patrones dietéticos poco saludables, altos niveles de estrés psicosocial, privación del sueño y trastornos circadianos, así como una alta exposición a la contaminación atmosférica, baja exposición al sol y niveles insuficientes de vitamina D”. La necesidad de aplicar las medidas preventivas destinadas a evitar la transmisión viral (por ejemplo, el confinamiento en el hogar, el cierre de parques y gimnasios) “no debe eclipsar los efectos nocivos que pueden tener en otros marcadores de salud. Como sociedad, debemos estar preparados para una posible reaparición de pandemias anteriores y la aparición de otras nuevas, y esta preparación debe empezar por la promoción de estilos de vida y exposiciones ambientales saludables”.
Este trabajo ha sido apoyado por el Ministerio de Economía y Competitividad y Fondos Feder [PI18/00139 a A.L.]. Gracias al Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES) y a los fondos FEDER de la Unión Europea (CB16/10/00477).