Redacción. El concejal de Patrimonio Municipal y presidente de la Sociedad Cádiz 2012, Paco Cano, inauguró ayer junto a la presidenta de la Fundación Carlos Edmundo de Ory, Laura Lachéroy, el recuperado Festival Iberoamericano de Poesía de Cádiz, que se celebra desde este jueves y hasta el sábado 7 de mayo en la Casa de Iberoamérica. El certamen está dedicado a la candidatura de Cádiz al X Congreso Internacional de la Lengua Española. «Defendemos que Cádiz es el escenario ideal para este tipo de reunión, sobre todo porque hemos basado nuestra candidatura en Latinoamérica», señaló el edil. «Iberoamérica, que puede ser un concepto abstracto, se hace territorio en Cádiz, porque la ciudad ha configurado su identidad desde lo latinoamericano», subrayó.
La viuda de Carlos Edmundo de Ory, Laura Lachéroy, recordó que la poesía «es un desafío al pensamiento establecido» y este tipo de reuniones de escritores, lectores y aficionados a los versos «cobra más sentido si se hace con Latinoamérica«. En ese sentido coincidió con el concejal, que cree que recuperar este festival de poesía es una «oportunidad de engrandecerlo, darle fortaleza y ensancharlo».
Cano recordó que la Casa de Iberoamérica lleva varios meses consagrando buena parte de su programación a este género. En estos días hay dos exposiciones en este espacio municipal gestionado por la Sociedad Cádiz 2012 relacionadas con la poesía: Te escribiré siempre. Correspondencias Rafael Alberti – León Ferrari, comisariada por la poeta Rosa Lesca. y Lenguaviaje. La despoesía de Augusto de Campos, ideada por Gonzalo Aguilar. Además, la Casa de Iberoamérica ha participado en la iniciativa ‘Atelier Poético’ de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Cultura, la Ciencia y la Educación (OEI), que se ha llevado a cabo en dos institutos de la ciudad: el IES La Caleta y el IES Drago.
La conferencia inaugural de ayer tenía como protagonista a Jordi Soler, veracruzano e hijo de barcelonesa exiliada en México. Frente a él, el director de la Fundación Ory, Salvador García, quien hizo referencia a la creencia de que el puerto de Veracruz fue fundado por habitantes de Chipiona y Sanlúcar que se embarcaron en una de las travesías hacia América. «Jordi -puntualizó Salvador García- conoce el diálogo entre las dos orillas».
La conversación surgió en torno a la temática de dos de los libros de ensayo de Soler: Mapa secreto del bosque (2019) y La orilla celeste del agua, publicado el año pasado. El primero habla del camino, mientras el segundo se ocupa de la mirada. Mapa secreto del bosque, tal y como explicó su autor, no es un ensayo al uso, sino que son una serie de ideas que se ligan unas con otras para llegar a «la melodía de una persona que camina».
«Me escandaliza que en el siglo XXI todo lo que hacemos tenga que ver con la ganancia, si no es dineraria, con la ganancia de tiempo, experiencia…», declaró Soler, que se mostró sorprendido porque «la gente vaya caminando con audífonos, oyendo música, podcast, haciendo siempre algo, en lugar de ir escuchando los sonidos del entorno, viendo los edificios y sobre todo los árboles, porque la gente camina sin saber qué árboles le acompañan. Así se pierden la mitad del camino y llegará un momento en que salir a caminar sea igual que sentarte en tu casa a ver en una pantalla a alguien caminando».
Soler hiló la conversación haciendo referencia al filósofo Ernst Jünger, que hablaba de esos bosques que no solo tenían virtudes curativas, sino que además te permiten esconderte. «El bosque tiene también otro sentido, que es defenderte de una civilización que te atosiga; meterte en el bosque significa defenderte del siglo XXI, desconectar y como ventaja tiene que cuando te desconectas, ni Pegasus te puede localizar», ironizó el autor veracruzano.
En su opinión, la mirada de sus coetáneos está contaminada por lo que ven en la red y cuando se meten en el bosque y se desconectan, conocen esa zona de sí mismos que no está influida por ese torrente de información. «Es cuando te das cuenta de que hay un puente hacia otra realidad».
Esta idea conecta también con otra de sus fijaciones: la mirada. «Para darnos cuenta de las cosas, hay que practicar una mirada activa, lo que parece una obviedad pero no lo es en nuestro siglo, porque ya no miramos sin prejuicios, ya no vemos; ahora lo que hacemos es exhibir lo que estamos viendo, como en esas autofotos que la gente se hace frente a una puesta de sol; lo que le estás diciendo a los que te siguen es que tú estás ahí y ellos, no». Soler insiste en que los humanos «estamos demasiado perdidos en los estímulos que nos vamos encontrando por el camino» y que «somos el único animal que tiene prisa».
Jordi Soler creció en una región selvática, escuchando hablar en cuatro idiomas: español, catalán, náhuatl y totonaco. «No solo estaba la Naturaleza, sino las formas de nombrarla», rememoró. En su opinión, en el siglo XXI hay una visión del mundo natural «muy naif».
El autor de Los hijos del volcán realizó una reivindicación de los placeres inútiles. «La tendencia de la sociedad es hacer cosas útiles, todo tiene que ser útil y rápido, pero las cosas inútiles, paradójicamente, sirven para muchas cosas». «De los mejores momentos en tu vida, ninguno tiene que ver con la utilidad», reflexionó, para a continuación subrayar que su oficio es también «inútil». «Escribo ensayos que son inútiles, igual que las novelas, que son libros que la gente lee entre dos cosas útiles que hace».
Tras la charla de Soler llegó el turno de la presentación del libro Hubo un jardín, con otro diálogo entre su autora, la argentina Valeria Correa Fiz, y la poeta gaditana María Alcantarilla.
Hubo un jardín es un libro de siete cuentos, «que tienen mucho que ver con los recuerdos involuntarios, los que no se dejan domesticar, y con los secretos, aquello que forma parte de nuestra vida pero no se puede contar», explicó Correa. «A mí me gusta decir que todos somos el secreto de alguien», agregó.
Alcantarilla puso también en el debate otra temática que sobrevuela por los personajes de estos cuentos: la culpa. «Yo no trabajo temáticamente, sino que acumulo archivos y cuando estaba preparando este libro me di cuenta de que había un tema común que era la culpa y los secretos». Los relatos están aunados, según especificó, por los momentos en la vida de los personajes en los que son expulsados del paraíso, que es la infancia.
La mayoría de los personajes de Hubo un jardín son femeninos y a esta particularidad también se refirió la escritora. «Estuve trabajando un año con la obra de Angela Carter [1940-1992], que es una autora que reescribió los cuentos de hadas, que tienen una temática común: la curiosidad femenina, que siempre termina siendo castigada». La curiosidad masculina, en cambio, no tiene consecuencias negativas y un ejemplo claro es el personaje de Ulises: «Se equivoca, pero no pasa nada; aprende y regresa del viaje y tiene a todo el mundo esperándole, hasta al perro».
También se refirió a la violencia que está presente en estos relatos. «La ficción te ayuda a mirar el horror a los ojos, es una manera de enfrentarnos a la violencia», resumió, al tiempo que puntualizó que «aún en situaciones críticas, hay posibilidades de belleza».
Correa Fiz reconoció que a la hora de escribir lo que más le importa es «la tensión narrativa», que definió como «esas pequeñas preguntas que se hace el lector. «Escribir podemos escribir todos; todos tenemos historias, pero el verdadero trabajo artístico es darle forma», dijo.