Redacción. Alejandro, un niño de cuatro años al que le encanta recoger conchas de la orilla cuando va a la playa, ha dado un pequeño susto a sus padres este fin de semana mientras disfrutaba de una jornada playera junto a ellos. Al parecer, el pequeño se puso a buscar conchitas y se despistó un poco después de que se pusiera a andar por la orilla. Tanto, que llegó hasta las playas de Chipiona. La Policía Local de esta localidad ha contado una anécdota que, afortunadamente, ha tenido un final feliz.
«Una vez la familia nos alertó, todas las fuerzas y cuerpos de seguridad disponibles se activaron en su búsqueda. Al poco tiempo, un bañista lo había encontrado. Nos lo entregó y ya le dimos un paseo en la patrulla hasta las playas de Rota, donde pudimos entregárselo a sus padres, que ya andaban algo desesperados», comentan los agentes.
Consejos
Como cada año se repite situaciones similares en las que niños o ancianos desaparecen y apararen poco horas después, la Policía Local de Chipiona ha ofrecido varios consejos en sus redes sociales. «Al llegar a la playa y ubiquéis vuestra sombrilla o toalla, id con el peque a la orilla y dais la vuelta, de espaldas al mar. Desde allí, mostradle dos lugares cercanos a donde hayáis puesto la toalla, para que sepa dónde está: uno a la izquierda y otro a la derecha. Eso quiere decir que por el centro está la toalla nuestra. El chiringuito, la línea de boyas amarillas que entran al mar, esa sombrilla llamativa, o ese edificio les servirá como puntos de referencia para ponerse entre ellos y así poder encontrarte».
También podemos enseñarles y visitar el punto donde está el puesto de vigilancia y/o socorristas. Las pulseras identificativas (o la opción de un rotulador indeleble) que se pueden colocar en su muñeca con el nombre, y número de teléfono de los padres, es otra buena medida preventiva.
En caso de extravío, llamar a Emergencias 112. «Y, mientras aparece, tratar de respirar y pensar de manera positiva. Como ayer, como en la inmensa mayoría de estos casos: corazón encogido, mil demonios por la cabeza y… ¡final feliz!».